David Vásquez Soto

Que hermosas las Circasianas
Edificio Principal
Ya regresó el Andariego
Al árbol a descansar
David Vásquez

Fue el miércoles 30 de Mayo de 1984, me acuerdo muy bien porque ese día mataron a Manuel Buendía, un periodista…

Todo eso lo habían pronosticado los ancianos más viejos de las siete tribus, los que sabían interpretar los sueños y leer los designios en las estrellas, más allá de la Media Luna y la Andrómeda, pero casi nadie lo supo…

-Jálate para allá, ya valió madres…!!!

Tensa y sorda se escuchaba la voz de aquel joven, que se cubría el rostro con un paliacate rojo, de mirada perdida y que portaba filosa navaja en la diestra, mientras su compañero y cómplice observaba atento a unos metros de distancia, el camino a Boyeros lucia sombrío y solitario, como si fuera cómplice de los atracos de estos dos jóvenes sumidos en las adicciones…

…Que triste se ve el cielo…
…Cuando lloran tus ojos…

Esa noche había salido del comedor central, con un poco de prisa, al cruzar la puerta, miró la mampara con anuncios y le causó gracia una cartulina roja que con trazos agresivos gritaba:

…Al jijo de la chingada que se robó mis tenis de la terraza de la cuarta, más vale que me los regrese…

De reojo vio al señor delgado de sombrero con estilo oriental acompañado de su hija, en el final de los arcos rumbo a la quinta compañía, con algo de cansancio seguía ofreciendo sus dulces a los estudiantes que pasaban por ahí:

-Coquitosh, coquitosh…!!!

La risa de unas muchachas que venían de la séptima compañía hizo que volteara el rostro y reconocería aquélla muchacha de Guanajuato que le gustaba, ella distraída en la charla con sus amigas no notó su presencia…

…Que te han visto llorar…
…me han llegado rumores…

A grandes zancadas pasó por el árbol que custodia la Quinta compañía, no pudo evitar el recuerdo de una tarde de primavera cuando la desesperada pretendienta de un paisano suyo, trepó hasta la copa de ese árbol para asomarse por la venta y ver si se encontraba su amado en su habitación…

Lo recibió el piso de color rojo, pero no reparó en su esplendor, ni en la cantera de los escalones que lo condujeron hasta el tercer piso, se dirigió al cuarto de su compadre, donde le permitían guardar cosas y ocasionalmente pernoctar en la alfombra adquirida con los desleales empleados de la fábrica Luxor de Texcoco, en esa práctica conocida en Chapingo como “gaviotar”; tampoco reparó en la geometría perfecta de los pasillos, que a esa hora, empezaban a lucir vacíos, con las puertas de madera alineadas mostrando cada una un pequeño rectángulo de cristal…

Al abrir la puerta, de inmediato localizó la guitarra que su hermano le había traído de Paracho, su compadre y Gaudencio estudiaban complicadas fórmulas de Termodinámica y se distrajeron del cuaderno un poco para saludar; tomó la guitarra y se despidió…

-Nos vemos mañana..!!!

…Voy a cruzar la Frontera…
…voy a buscar a Dolores…

Eran los años 80, los años del colapso económico de México, donde la inflación galopante en un sexenio alcanzó más de 4,000%, afectando seriamente a la raza de bronce, a los de siempre.

Despreocupado el joven salió por la parte Poniente de la Universidad, cuando vio el Departamento de bosques, por un momento reparó en los colores de las paredes prismáticas del edificio, colores rojizos y amarillos, que contrastaban con el blanco, azul y plata del resto del conjunto…

Con el recuerdo en mente de la joven que le gustaba, pulsó la guitarra en el acorde de Mi mayor, y deslizó los dedos de la mano izquierda para hacer sonar ese melancólico solo de guitarra que escuchaba en un casette que recién había adquirido en el mercado de Uruapan, Michoacán un día nublado en su paso por la ciudad en un viaje de estudios.

Había sido un día raro en el valle de México, muy temprano el sol del oriente que venía desde la montaña sagrada del Tláloc bañaba el campus de la Universidad, pero una extraña sensación flotaba en el ambiente.

La fila del comedor central, las risas de los compañeros, el ruido de las charolas y cubiertos, el tintineo de los vasos de cristal, se escuchaban distinto.

Al pasar bajo el majestuoso arco, sintió la escrutadora mirada de San Casmeo, el santo de los Chapingueros, que curioso y en silencio miraba todo a su alrededor, al dar la vuelta al oriente, escuchó la algarabía y el ruido de un cuerpo al caer en el agua de la fuente de Las Circasianas, seguramente alguien cumplía años…

…Majestuoso ese arco…
…Por la primera el Paseo…
…Que repique la campana…
…En honor a San Casmeo…

De la fuente se desprendió un sujeto, bajo de estatura, con descuidad barba a medio afeitar, y cabello sucio, de piel sonrosada, con desgastada playera roja y pantalón de mezclilla, con cierto sigilo dijo:

-Te quieres afiliar al PRI?…

-Continuará-

Pidan sus ejemplar, no esta a la venta en la Librería…envíos a todo el Mundo…

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David Vásquez Soto
Colaborador de ID Noticias. Originario de Nicolás Bravo, Canatlán, Durango. Ingeniero Agrónomo por la Universidad Autónoma de Chapingo. Maestro y Doctor en Ciencias Agrícolas por el Programa Hidrociencias del Colegio de Postgraduados. Ha publicado los libros “Chapingo de mis Amores”, “Recuerdos de Canatlán” y “Nicolás Bravo de mis Amores”. También es bohemio de afición e integrante del grupo musical Los Andariegos Laguneros y se le puede ver deambulando en el desolado oriente de Torreón.

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