Los Caifanes (1967) es hoy una joya del cine mexicano. Pero pocos saben que estuvo a nada de nunca llegar a las pantallas.
Todo empezó en 1965, cuando se lanzó el Primer Concurso Nacional de Argumentos y Guiones Cinematográficos. Entre cientos de propuestas, Los Caifanes, escrita por Juan Ibáñez y Carlos Fuentes, se llevó el primer lugar.
Pero ganar el concurso fue solo el inicio de una travesía llena de obstáculos. El sindicato los traía en la mira. El dinero no alcanzaba. Y para colmo, muchas de las locaciones que soñaban filmar… ni siquiera tenían permisos para usarlas.
La cosa se puso tan complicada que el propio Juan Ibáñez tuvo que devolver los 50 mil pesos del premio, bajo el pretexto de que su película estaba entrando en terreno de “producciones comerciales”. Una jugada injusta que casi sepulta el proyecto.
Pero el equipo no se rindió. Con mil malabares y el apoyo de un elenco que apostó por la historia, siguieron adelante. El resultado fue una película que hoy es considerada de culto.
La trama es sencilla, pero poderosa: Paloma (Julissa) y Jaime (Enrique Álvarez Félix), una pareja de la alta sociedad, terminan pasando una noche desenfrenada por la Ciudad de México junto a cuatro chavos banda: el Capitán Gato, el Estilos, el Azteca y el Mazacote (interpretados por Sergio Jiménez, Óscar Chávez, Ernesto Gómez Cruz y Eduardo López Rojas).
Todo ocurre en una sola noche. Van de un cabaret a una funeraria, del Zócalo a la Diana Cazadora, en un recorrido que retrata de forma cruda y poética la Ciudad de México de los años 60… y el choque brutal entre clases sociales.
Una obra que nació de un concurso, que sobrevivió a las zancadillas del sistema, y que hoy sigue como uno de los retratos más auténticos de la vida nocturna y la desigualdad de su época.
Los Caifanes, la película que casi no fue… y que terminó siendo eterna.